En un pequeño local de la central
mayorista, se encuentra un “desorden de culturas y clases sociales”. Allí se sientan a
comer mayoristas dueños de grandes
almacenes, pequeños compradores y coteros. Es un
restaurante de comida peruana, ubicado entre ventas de abarrotes,
distribuidoras agropecuarias y bodegas de almacenamiento de otros locales.
Cuando llegué allí, con una gran sonrisa
y un saludo cordial, me recibió el dueño del lugar, Rafael
de la Gala. Su restaurante, "Bistro el Mordisko", en junio cumple
tres años de haberse trasladado a la mayorista y está dando mejores
resultados que en su antiguo local en el centro comercial Platino en Itagüí.
Para no sentirme incómoda, sentada en el
restaurante sin comer nada, pedí primero una Pepsi y Rafael de la Gala
se sentó conmigo; con su traje blanco y sus ojos rasgados
desentonaba con el colorido y el desorden de cajas que hay alrededor de su
restaurante. “Adentro no tenemos mucho
espacio, es un local chiquito donde entra solo la cocina, por esto ponemos las
cajas de las gaseosas afuera y estamos tramitando los permisos para que nos
permitan ubicar más mesas y sillas al frente de las
bodegas que se mantienen cerradas”.
La limpieza del lugar me impresiona,
cada cierto tiempo pasa uno de los meseros barriendo y limpiando las mesas, el
dueño me cuenta que es muy estricto con este tema, además la Central
Mayorista también lo es, todo tiene que estar limpio y es su lugar en los
restaurantes para evitarse problemas y un posible cierre del establecimiento. “Después de alquilar el
local, me demoré tres meses condicionándolo para que
estuviera acorde con los requisitos de la plaza, esto es muy importante para mí por mi cultura”.
La zona en la que está el local es muy
concurrida y, como toda la mayorista, está llena de camiones
mal parqueados que incomodan a los particulares y carros que dejan en la mitad
de la calle por no haber sitio por culpa de los grandes automotores. De la Gala me explicó que en el reglamento
de la plaza está prohibido dejar los carros de esta forma y que
regularmente pasan a revisar que se esté cumpliendo la regla,
pero la cantidad de bloques y camiones que hay en este lugar dificultan el
trabajo de estas personas y dan suficiente tiempo para que corra la voz de que
se está haciendo revisión y los vehículos se puedan
acomodar.
Mientras estamos conversando llega una
familia buscando comida, el mesero los atiende y les pregunta cómo llegaron al
restaurante. Uno de ellos le dice “un amigo mío almuerza mucho aquí y hace rato me lo
recomendó, así que decidí probarlo y traer a
mi familia. Vamos a ver si puedo
confiar en ese amigo”.
Rafael de la Gala me explica que la
mayoría de sus clientes llegan la primer vez de esta forma, por
recomendaciones, también hay algunos que lo conocían de Platino y otros
más que lo conocieron en festivales gastronómicos que se hacen en
la ciudad.
“Es difícil introducir la
comida peruana a la cultura colombiana; están más acostumbrados al
chicharrón y a los frijoles, por esto mismo me ha tocado ampliar mi
menú en los desayunos, para que todos los clientes se sientan
incluidos. Por eso, aquí se puede ver sentado
en un mesa al gran mayorista y en la siguiente a un cotero o a un trabajador de las
Malvinas”, me explica de la Gala mientras vemos llegar a un cotero
que llega preguntando por almuerzo, pero el mesero le explica que a esa hora
solo sirven comida peruana, por lo que él sigue derecho
buscando otro restaurante.
Cuando llevamos un rato conversando él me pregunta que sí no me apetece comer
algo, así que pido un ceviche mixto, uno de los platos más especiales que
ofrecen en la carta. Rafael de la Gala
pide que me lo preparen y me explica que no todas las personas piden esta
comida, puesto que al tener cebolla la gente lo rechaza, “algunos colombianos
son muy negados a probar cosas nuevas, dicen que no les gusta la cebolla o el
ajo y que el pimentón les da gastritis, yo creo que es más miedo a probar
ciertas comidas”. Para él ha sido complicado y caótico tratar de meter
un poco de su cultura peruana en la mayorista, por esto mismo está innovando en sus
platos y tratando de introducir la cultura colombiana en su comida.
Cuando me sirven mi comida, escuchamos
que le suben el volumen a la música del local que queda al frente del
restaurante, es de comida mexicana, pero al contrario de lo que se pueda pensar, lo que suena son canciones
parranderas y se ve a la gente bailar al ritmo de melodías que normalmente no
se escucharían en un sitio de estos, como “Soy un hombre soltero” de Johnny Rivera y
cosas por él estilo.
Rafael de la Gala, me comenta que ha
tenido muchos problemas con los vecinos, porque son "muy fastidiosos,
chismosos, tediosos y ruidosos", por esto agradece
que el restaurante que estaba detrás del suyo lo compraran hace poco, pues
estos “eran los más cansones del lugar”. Además, al otro lado de su
local pusieron un cajero del Banco de Bogotá, lo que le da más posibilidades para
atraer a los cliente de todas las clases. “Espero que tanto el Banco
de Bogotá, como el nuevo vecino traigan clientes nuevos y diferentes”.
Cuando acabo de comer, pago mi comida y le doy
las gracias a Rafael de la Gala por atenderme, él me sonríe y me dice que
cuando quiera volver a comer o a preguntarle algo, con mucho gusto me atendería. Me monto al carro y voy a dar
una vuelta por la Central Mayorista, cuando paso por las Malvinas me
doy cuenta del desorden que hay en este lugar. Aun así, recuerdo como era
antes: los carros no podían circular a una
velocidad normal y fácilmente se podían pisar con las
llantas del carro frutas de los locales que estaban más en la calle.
Ahora es mucho más controlado, además el centro de
reciclaje se encuentra al lado de este lugar y allí se llevan primero
todas las basuras. También es posible que esté más organizado por no
ser día de transporte. Los martes, jueves y sábados llegan todas
las mercancías y es casi imposible transitar por allí.
Me dirijo a la salida principal para ir
hacia mi casa. Cuando paso debajo del
centro comercial nuevo que construyeron allí, me acuerdo del caos
que había antes en la entrada de la mayorista, las largas filas, los
tacos y especialmente los problemas con los camiones que no tenían sus papeles en
regla para entrar allí. Ya todo es más despejado,
igualmente puede ser el día y la hora, estoy saliendo de allí un lunes a las 4 de
la tarde, pero cuando pienso esto a mi cabeza viene algo que me dijo Rafael de
la Gala: “aquí ocurren accidentes
de tráfico diarios, hay mucha cantidad de vehículos y, cuándo hay, los agentes
de tránsito no dan abasto”.
Es muy complicado para los dirigentes
de la mayorista controlar las salidas y entradas de vehículos, además de la gente que
vienen a pie, pero es que ¿si son más de 50 mil personas,
cómo alguien puede pretender que no haya
problemas? Igual esta plaza de mercado
es mucho más organizada que las centrales de otros países como Argentina, Perú o Ecuador y se trata
de tener un control de las personas que entran y salen de allí; han aumentado la
seguridad para que todos, compradores y vendedores, se sientan tranquilos al
transitar y moverse diariamente por el lugar.
Escrito por Maria Isabel Arango